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El sadhu, su renuncia, su sacrificio, su soledad. La humildad y la bondad que produce el desprendimiento. La mirada que revela los pies descalzos, el hambre que desaparece entre rezos y comprensiones.
Soy peruana, radico en Colombia desde hace 17 años.
Pinto desde niña y considero mi obra una autobiografía, escojo una y otra vez al retrato, que es para mí un lenguaje, un estudio y un testimonio.
Cada retrato es a la vez, un autorretrato.
Me ocupo de pintar todos los días, como si fuera la cosa más común de este mundo, pinto en medio de la crianza de mis hijos y de mis labores de ama de casa.
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