El cuadro muestra a un violinista tocando su instrumento.
El violinista lleva una camisa blanca con las mangas arremangadas y parece estar completamente concentrado en la música que emana de su violín.
El fondo está compuesto por patrones abstractos: salpicaduras y pinceladas de pintura en blanco, negro y azul. Esta atmósfera dinámica y algo caótica contrasta con la forma estructurada del músico.
La obra transmite una sensación de pasión y conexión con la música, capturando la esencia de la interpretación artística.
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