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El toreo es el arte del color, y éste juega un papel primordial en mi pintura. Pinto el toreo lidiando con los colores, de tal forma que enfaticen determinados elementos del cuadro, o los tamicen a un segundo plano. En este caso, he buscado un equilibrio cromático, para que ninguno de los cuatro elementos que aparecen tiranice a los demás, buscando transmitir la armonía y belleza perfectas, tal cual las pude disfrutar en aquella inolvidable tarde abrileña de 2019. He aquí los cuatro elementos que la hicieron posible: un manojo de romero, símbolo de la afición; ese albero maestrante al que intensifiqué su tono, como escenario; el artista, Morante de La Puebla, saboreando la gloria en su sonrisa; y la huella del toro negro, en su sacrificio, marcada en el canela de su vestido, ricamente bordado en azabache, imbricados el uno en el otro. Canela y clavo.
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