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La pintura muestra un pintoresco pueblo costero con edificios altos y estrechos alineados a lo largo de un muelle de piedra, frente a un mar agitado. Los edificios, en tonos cálidos de amarillo, verde y piedra, contrastan con el cielo oscuro y tormentoso. Las luces interiores brillan a través de las ventanas, emitiendo un resplandor acogedor que resalta contra el ambiente sombrío del exterior. Dos figuras humanas, posiblemente pescadores, se sientan en el muelle rodeados de redes y utensilios de pesca, añadiendo un toque de vida cotidiana. La obra utiliza una mezcla de pinceladas detalladas para los edificios y amplias para el cielo y el mar, creando una sensación de profundidad y un contraste entre la calidez del hogar y la inclemencia del clima.
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