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El cuadro está pintado en un estilo realista, con especial atención al detalle. Los colores son brillantes y las formas están bien definidas. La perspectiva está realzada por una hilera de olivos y da una impresión de profundidad al paisaje. La luz ilumina uniformemente los campos y las montañas. A la izquierda del cuadro, numerosas manchas de variados colores marcan los matorrales y el límite del campo. La composición se divide horizontalmente en dos partes desiguales. El primero representa el campo de olivos en perspectiva ligeramente descendente. El segundo más grande representa las colinas a lo lejos con acantilados de piedra caliza blanca y matorrales. Estas colinas de rocas blancas son características de los paisajes del Languedoc. También hay terrenos agrícolas en desarrollo. Las colinas están marcadas por la sequía, simbolizada por numerosos tonos de ocre amarillo, ocre rojo y ámbar, aunque con algunas manchas de verdor. El cielo gris azulado crea una atmósfera cálida e intensa realzada por el rojo del suelo en primer plano. La hilera de olivos ha sido cepillada con colores que convergen en torno al verde azulado, característico del olivo. Los troncos son tortuosos y apoyan fuertemente la perspectiva descendente de esta pintura. Al pie de los olivos, el verde césped bajo la línea de árboles lo refuerza aún más.
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