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En el lienzo se despliega una obra de arte cautivadora, donde la paleta de colores audaces y vibrantes de rojo y azul cobra vida sobre un fondo blanco que equilibra la composición. Las formas abstractas, delineadas en robustos rectángulos, evocan la estructura de un edificio, como si un niño plasmara su interpretación del mundo en una sinfonía de color y forma. El blanco, puro y sereno, acentúa los colores atrevidos, creando un contraste tan marcado como un día brillante contra una fachada colorida.
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