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¡Cuántas tardes de primavera la contemplo así, con esa luz de rosas, rojos y amarillos en el cielo de Madrid! Es la Plaza de Las Ventas; es mi plaza, mi cita diaria de las tardes isidriles, que nunca cansan y siempre parecen pocas. Por lo menos, eso es lo que yo siento, cuando acaba cada tarde; porque queda una menos para echar el cerrojo hasta otro San Isidro. Y siempre la miro desde abajo, y me despido de ella con un “¡hasta mañana!” lleno de ilusión.
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