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Una tarde de toros es toda ella , en sí misma, una pura incógnita. El buen o mal juego de los toros; la inspiración o falta de ella en los toreros; la inclinación a favor de obra del público, cambiante y caprichoso; el viento que tanto espanta a los que tienen que estar en el ruedo y que ellos llaman «aire»; y, por supuesto, el tiempo cambiante, sobre todo en primavera, cuando sorprende tantas veces una lluvia inclemente, que tantas tardes arruina. Y eso es lo que quiere plasmar esta pintura, la imagen de unos claveles, que representan la luz, colorido y fiesta en su mejor versión de una tarde de toros, mojados y solitarios en el tendido, sin haber logrado su propósito de ser el bello tributo a un torero, en su vuelta triunfante.
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