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Es una pintura que captura la intensidad de un beso, un momento suspendido donde las almas se encuentran a través del color y la textura.
Combinaciones de las técnicas expresivas, en particular el puntillismo, que confiere una particular sutileza y dinamismo a las sombras y los rasgos faciales. Los vibrantes toques de color (azul, rojo, amarillo, verde) parecen explotar en el lienzo, contrastando con el negro profundo y las líneas dibujadas con tinta. Esta yuxtaposición entre los tonos brillantes y la intensidad del negro crea una dualidad entre pasión y suavidad, entre estructura y espontaneidad.
Los rostros se funden en un intercambio silencioso, una ósmosis donde cada pincelada cuenta una historia. Las líneas garabateadas alrededor y dentro del marco acentúan el aspecto crudo y emocional de la obra, como si el espectador estuviera entrando en un mundo interior, un momento congelado en la eternidad.
El uso del puntillismo aporta una vibración singular a las sombras y las formas, dando una impresión de movimiento sutil, de aliento vivo. Este detalle técnico refuerza la idea de que cada encuentro, cada amor, está compuesto por una infinidad de pequeños fragmentos que, una vez unidos, forman una imagen más grande e intensa.
Es un cuadro que no representa solo un beso: expresa energía, fusión y la huella imborrable que deja el encuentro entre dos almas.
Desde hace 30 años intentando buscar de generar emoción a través de mis pinturas en grandes formatos a veces de forma emocional y otras de forma más viva.
Preferencia por dar vida y luz a las miradas intensas para que puedan generar al espectador una atracción especial.
Normalmente utilizo la técnica mixta combinando diferentes pinturas al óleo, plásticas, con aceite y perfilando con carboncillo, pasteles; siempre con la inquietud de buscar texturas que busquen impactar con mas luz y sombras en el cuadro.
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