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La pintura está cargada de simbolismo y minimalismo expresivo. En un estilo monocromático, la escena centra toda la atención en el rostro de un niño, cuyas facciones delicadas contrastan con las sombras profundas y texturizadas que le otorgan una atmósfera cruda y emocional. El niño, envuelto en un gorro que sugiere calidez o protección, sostiene en su boca una esfera sobre una cuchara, un objeto que puede interpretarse como un símbolo de necesidad, inocencia o incluso de fragilidad en el acto cotidiano de alimentarse.
El encuadre se enfoca en el rostro, logrando transmitir una poderosa conexión emocional con el espectador. Los ojos del niño, ligeramente apagados pero intensos, cuentan historias de lucha y esperanza. La composición es sencilla pero profundamente evocadora, dejando un espacio para la reflexión y la interpretación individual.
Es una obra que captura la fragilidad de la infancia, pero también su resistencia, invitándonos a reflexionar sobre las desigualdades y la pureza inherente al ser humano.
Desde hace 30 años intentando buscar de generar emoción a través de mis pinturas en grandes formatos a veces de forma emocional y otras de forma más viva.
Preferencia por dar vida y luz a las miradas intensas para que puedan generar al espectador una atracción especial.
Normalmente utilizo la técnica mixta combinando diferentes pinturas al óleo, plásticas, con aceite y perfilando con carboncillo, pasteles; siempre con la inquietud de buscar texturas que busquen impactar con mas luz y sombras en el cuadro.
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