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Este cuadro es un carnaval de formas primarias, una celebración del caos convertido en armonía. Cada línea negra parece una cuerda que ata el universo, mientras los colores explotan como sueños libres que se entrelazan en un vals cósmico. Aquí, el ojo no solo ve, sino que baila, perdido en el misterio de una coreografía infinita.
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