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En una de mis expediciones a Egipto pude dar con los nubios, una de los pueblos más increíbles de toda África.
Caminé por sus poblados, hablé con los hombres que hablan el idioma de los dromedarios, y fotografié a sus aguerridas mujeres con su mirada profunda y sus adustos abalorios, pero entre todas esas cosas resaltó la mirada de un joven que comandaba una gran faluca en las orillas del Nilo, será muy difícil que olvide el secreto de su mirada aquella tarde calurosa y llena de misterios. Su mirada perdida en la arboladura de las velas, su piel curtida por el sol y los vientos de la tierra de los faraones... Un pequeño gran mundo agarrado a dos jóvenes pupilas.
Desde que tengo uso de razón la FOTOGRAFÍA me ha servido como fuente de auto concomimiento y como herramienta precisa para acercarme a las gentes del mundo, conocer su ritmo y las pasiones que los animan. AMO a las personas; pues sin saberlo, siempre he intuido que mi cuerpo no terminaba al final de mis pies, que mi música continua en un lugar donde caminan otras sombras, otras luces, otras vidas.
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