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Las velas, por ser objetos para iluminar, poseen, en su esencia, la materia prima ya que es inherente a ellas el hecho de dar luz. Es así como encuentran su total significado por ello la buscan. Alejarse de ella o impedir verla les produce sufrimiento.
En la parte superior derecha de la imagen figura una rueda solar como generador, yang. En el centro, simbolizado mediante un semicírculo, el elemento femenino, yin, que sería la luna. Para que se produzca luz han de unirse yin y yang como activadores de vida pero el yang, desorientado, mira en dirección contraria.
Sin embargo una de las figuras centrales parece que ha comprendido la importancia de la luz para las velas puesto que mira en dirección al sol. Lo comprende pero no a través del espíritu sino de la mente que se mueve en lo material. En ella se despierta el deseo de dominar para poseer. Su actitud es la de orgullo instalado en el poder material. Vendría a ser como un principio de autoridad pero no a través del espíritu que daría alas y ayudaría en la realización personal. Por el contrario frena e impide dicha realización.
Mediante esta autoridad ciega e incontrolada paradójicamente controla e impide a la que está más próxima a la luz y más nutrida que la vea, tapándole los ojos, no dejándole ver la Realidad.
A la otra le presiona la base del cráneo, le impide que encuentre su propio equilibrio y que se posicione de manera adecuada frente a la vida. Por el contrario la coloca en una postura incómoda y dolorosa, desorientándola a ella y al alma del grupo, el yang. Situando a ambos elementos en dirección contraria a la luz y frenando la evolución. Hecho que desfavorece a la dominante vela central, que está fabricada de la misma materia, puesto que al alejar a las demás se aleja de sí misma.
Por último la más pequeña, en estado de sumisión, no se revela, puesto que ya ni conoce cuál es su esencia. Su cara carece de expresión alguna como alguien a quien se mantiene en la ignorancia de su propio poder personal, de quién es. Ya no hay lucha, dolor, ni resistencia, no se plantean. La presión de la anterior le impide su crecimiento evolutivo.
En la base donde están hay una gradación, peldaños en sentido ascendente o descendente que aproximan o alejan de la luz.
Las velas simbolizan al ser humano; en su esencia está la luz pero necesita conectarse con la fuente para iluminarse. Es decir el amor todos lo pueden sentir sin embargo para manifestarlo y ponerlo en práctica se precisa vinculación con el ser interno, con la verdad. Con frecuencia el sentimiento de amor da vergüenza expresarlo pero no gestos de violencia o malos modos. Eso da la medida de la equivocación y enfermedad que se da en la raíz del ser humano. Solo es posible manifestarlo cuando se salen de los condicionamientos, autoengaño y trampas mentales.
El cuerpo crea unas necesidades que es preciso cubrir. Normalmente se recurre a lo material y a todo lo que se puede conseguir mediante el poder del dinero. Dicho poder se activa, por lo general, mediante la mente y no a través del corazón.
¿Qué supone? Despertar el egoísmo, la envidia, celos y todo tipo de apegos. Se cae en el engaño de creer que tomar lo que a otro pertenece sirve para enriquecerse. Por lo que se tiende a acumular desproveyendo a los demás sin consideración alguna. Se altera el orden natural y se entra en una espiral que puede generar violencia, rencor, odios etc. Supone el principio de las guerras que se inician en la mente individual errónea y repercute en la colectividad. Se intenta dominar para poseer y someter a los demás al poder desconsiderado de una minoría. Se tiende a enorgullecerse del poder y riqueza materiales alejándose del espíritu y queriendo alejar a los otros también para que no puedan ver cuál es su esencia y conocer así el verdadero poder: el del espíritu. Este es el que da la auténtica riqueza la espiritual y también provee de todo lo material. Desde el poder del espíritu nunca se carece de nada pero es importante no acumular. Dejar que todo fluya. Cuando se retiene la energía se estanca enfermándose el alma y posteriormente el cuerpo.
El dominar ha colocado siempre al ser humano en una incómoda posición de lucha en la que era necesario guardar apariencias, fingir y traicionarse a sí mismo. Desorientar a los otros ha supuesto la propia desorientación. Saber en qué posición se está en cada momento es importante para salir del autoengaño, las trampas y los condicionamientos. Conseguir independencia de criterio y hacerse libre a sí mismo.
Es importante para quien consulta saber cuál es su posición en la vida para poder liberarse.
Podría ser que estuviera en dependencia del criterio de los demás y no del propio.
En la sociedad se ejercen determinados roles que sitúan en posición de dominado o dominador. Pueden estar en relación a la clase social o al papel que se desempeña dentro de ella. Por lo general son cambiantes o están relacionados y supeditados unos a otros. En ocasiones se realizan funciones de mando y en otras de subordinación. Una misma persona puede ser esclavo en su trabajo y tirano con su familia.
Conviene tomar consciencia de cómo se actúa en los distintos papeles que se desempeñan. El tener un jefe no significa convertirse en adulador. Ni tener un cargo significa tiranizar. Es conveniente no dejar de ser uno mismo por encima del papel que se desempeñe en sociedad. Ser conscientes de que se está realizando una obra de teatro y llevarla a término de la mejor forma posible para que cuando se acabe se pueda sentir orgulloso de la función realizada. Siempre con la consciencia de quien se es verdaderamente. No perder nunca de vista que se es un actor pero que la naturaleza que anima es la que impulsa el papel. Es importante no dejarse abatir por las circunstancias por más arduas que parezcan. Aunque alguien esté frenando nuestro crecimiento, presionando la base del cráneo, tener presente que no deja de ser un actor en la comedia que se representa y conectarse con la esencia.
También contemplar que quienes nos obstaculizan nos fortalecen porque nos obligan a sacar todos nuestros recursos internos.
Las actitudes de los demás no tienen poder sobre nosotros porque la esencia está en nuestro propio corazón. Tener paciencia en las dificultades y clarificar qué es lo que queremos ver instalado en nuestra vida para que se manifieste. Nunca conceder a los demás poder sobre la vida propia, ni querer manipular su pensamiento.
Observar si se está en dependencia del criterio de los otros o si con el nuestro queremos condicionar el de los demás. Saber lo que queremos ver instalado en nuestra vida para orientarnos hacia su consecución con la clara consciencia de que nadie tiene poder sobre nadie.
Escuchar a los demás pero no obedecer más que el propio criterio regido desde el corazón.
La autoridad en el orden jerárquico siempre existe pero es necesario permitirnos nuestro desarrollo personal dentro de ella. Ser respetuosos con ese orden tanto si se está en la cúspide como en la base pero no venderse a él, ni dejar de ser uno mismo. Se esté donde se esté no permitir que el propio criterio sea anulado conectándose muy bien a la energía del amor. Saber que hay caminos que se cierran para abrirse a otros, estar receptivo para verlos y tener el valor de seguirlos aunque no sean convencionales. Aceptar la posibilidad de equivocarse y rectificar de los errores. Escuchar los discursos racionales pero seguir la propia intuición.
(Carmen Luelmo / Mercedes Reverte).
Mercedes Reverte nace en Barcelona en 1964. Es autodidacta, a pesar de haberse formado en el estudio de la pintora Teresa Farrés. Es miembro activo de Firart en sus inicios y realiza diversas exposiciones individuales en FNAC, EMD de Valldoreix, Antigua estación de RUBÍ, Versión Original, etc.Se gradúa en Psicología en el año 2016 y se especializa en Autoliderazgo y Conducción de Grupos, Estimulación Cognitiva y Psicoterapia breve estratégica. Todo ello le permite cambiar la visión actual del Arte, puramente contemplativa por una visión de comprensión.
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