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Aparece en el dibujo una mujer danzando simbolizando el ASPECTO DINÁMICO de todas las partículas del Universo.
Todo lo que existe en el cosmos está dotado de vida propia, de energía, incluso la más pequeña partícula posee movimiento. Se da una especie de “danza cósmica”. La idea se crea desde el vacio y al instalarse en la realidad física genera una reacción del entorno que indefectiblemente regresa a quien la origina.
“Nada está quieto, el mismo “vacio” está “vivo” pulsando constantemente con movimientos de creación y destrucción, hecho que ha sido contrastado por los Físicos como uno de los hallazgos más importantes de la Física moderna”
(Fritjof Capra)
Por ello el SUFRIMIENTO, según la tradición budista, surge en el ser humano cuando nos AFERRAMOS a personas, ideas, objetos, lugares….
El concepto de IMPERMANENCIA alude a fluir con la existencia. Dejar pasar el dolor y el placer. Si nos adherimos al dolor se da padecimiento pero también si queremos retener el placer sufrimos. Estar evocando algo placentero también genera malestar. Perdemos vivir el momento presente que puede ser mejor si lo sabemos apreciar y la misma inercia de quedar paralizados en lo bueno insta a quedar retenidos en lo malo. Ambas posturas pues suponen estancamiento y todo lo que se acaba estancando acaba por corromperse. El ser iluminado es el que no se resiste al flujo de la vida.
Invita a danzar con la vida. No resistirse a los cambios. No aferrarse. Tomar consciencia de la creación de ideas y sus repercusiones. Valoración de consecuencias “a priori”-
(Carmen Luelmo y Mercedes Reverte)
EL ANILLO DEL REY.
(Cuento filosófico budista)
Hubo una vez un rey que dijo a los sabios de la corte:
“Me estoy fabricando un precioso anillo, he conseguido uno de los mejores diamantes posibles, quiero guardar oculto dentro del anillo algún mensaje que pueda ayudarme en momentos de desesperación total y que ayude a mis herederos y a los herederos de mis herederos, para siempre. Tiene que ser un mensaje pequeño, de manera que quepa debajo del diamante del anillo.”
Todos quienes escucharon eran sabios, grandes eruditos; podrían haber escrito grandes tratados, pero darle un mensaje de no más de dos o tres palabras que le pudieran ayudar en momentos de desesperación total, pensaron…..buscaron en sus libros, pero no podían encontrar nada.
El rey tenía un anciano sirviente que también había sido sirviente de su padre. La madre del rey murió pronto y este sirviente cuidó de él, por tanto lo trataba como si fuese de su familia. El rey sentía un inmenso respeto por el anciano, de modo que lo consultó, y éste le dijo:
“No soy un sabio, ni un erudito, ni un académico, pero conozco el mensaje. Durante mi larga vida en palacio, me he encontrado con todo tipo de gente, y en una ocasión me encontré con un místico, era invitado de tu padre y yo estuve a su servicio. Cuando se iba, como gesto de agradecimiento, me dio este mensaje –el anciano lo escribió en un diminuto papel, lo dobló, se lo dio al rey-. Pero no lo leas –le dijo- mantenlo escondido en el anillo. Ábrelo solo cuando todo lo demás haya fracasado, cuando no encuentres salida a la situación”.
Ese momento no tardó en llegar. El país fue invadido y el rey perdió el reino, estaba huyendo en su caballo para salvar su vida y sus enemigos lo perseguían.
Estaba solo y los perseguidores eran numerosos. Llegó a un lugar adonde el camino se acababa, no había salida: enfrente había un precipicio y un profundo valle; caer por él sería el fin, y no podía volver porque el enemigo le cerraba el camino……
De repente se acordó del anillo. Lo abrió sacó el papel y allí encontró un pequeño mensaje tremendamente valioso. Simplemente decía: “esto también pasará”.
Mientras leía; “esto también pasará” sintió que se cernía sobre él un gran silencio, los enemigos que le perseguían debían haberse perdido en el bosque, o debían haberse equivocado de camino, pero lo cierto es que poco a poco dejó de escuchar el trote de los caballos.
El rey se sentía profundamente agradecido al sirviente y al místico desconocido. Aquellas palabras habían resultado milagrosas. Dobló el papel, volvió a ponerlo en el anillo, reunió a sus ejércitos y reconquistó el reino. El día en que entraba de nuevo victorioso en la capital hubo una gran celebración con música, bailes…..y él se sentía muy orgulloso de sí mismo.
El anciano estaba a su lado en el carro y le dijo: “este momento también es adecuado, vuelve a mirar el mensaje”. –“¿Qué quieres decir?,- preguntó el rey- Ahora estoy victorioso, la gente celebra mi vuelta, no estoy desesperado, no me encuentro en una situación sin salida”.
-Escucha- dijo el anciano: este mensaje no es solo para situaciones desesperadas, también es para situaciones placenteras. No es solo para cuando estés derrotado, también es para cuando te sientes victorioso. No es solo para cuando eres el último, también es para cuando eres el primero.
El rey abrió el anillo y leyó el mensaje: “esto también pasará”, y nuevamente sintió la misma paz, el mismo silencio en medio de la muchedumbre que celebraba y bailaba, pero el orgullo, el ego habían desaparecido. El rey pudo terminar de comprender el mensaje. Se había iluminado.
Entonces el anciano le dijo:
“RECUERDA QUE TODO PASA. NINGUNA COSA NI NINGUNA EMOCIÓN SON PERMANENTES. COMO EL DÍA Y LA NOCHE, HAY MOMENTOS DE ALEGRÍA Y MOMENTOS DE TRISTEZA. ACÉPTALOS COMO PARTE DE LA DUALIDAD DE LA NATURALEZA PORQUE SON LA NATURALEZA MISMA DE LAS COSAS”.
Mercedes Reverte nace en Barcelona en 1964. Es autodidacta, a pesar de haberse formado en el estudio de la pintora Teresa Farrés. Es miembro activo de Firart en sus inicios y realiza diversas exposiciones individuales en FNAC, EMD de Valldoreix, Antigua estación de RUBÍ, Versión Original, etc.Se gradúa en Psicología en el año 2016 y se especializa en Autoliderazgo y Conducción de Grupos, Estimulación Cognitiva y Psicoterapia breve estratégica. Todo ello le permite cambiar la visión actual del Arte, puramente contemplativa por una visión de comprensión.
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