un simio llamado Simón que vivía en la selva con su familia. Un día, mientras buscaba frutas, se encontró con un extraño laboratorio abandonado. Curioso, entró y empezó a explorar. En una de las salas, vio una máquina con muchos botones y cables. Sin saber lo que hacía, Simón pulsó uno de los botones y se activó la máquina. Un rayo de luz salió de un tubo y le dio en el pecho. Simón sintió un dolor intenso y cayó al suelo.
Cuando se despertó, se dio cuenta de que algo había cambiado en él. Su pelo se había vuelto más claro y suave, sus manos y pies tenían más dedos y sus orejas eran más grandes y redondas. Se había convertido en mitad simio y mitad mono. Asustado, salió corriendo del laboratorio y regresó a la selva.
Pero allí tampoco se sintió bienvenido. Los demás simios lo rechazaron por ser diferente y lo llamaron monstruo. Simón se sintió solo y triste. Buscó a otros monos como él, pero no los encontró. Se preguntó si había algún lugar donde pudiera ser feliz.
Un día, mientras caminaba por la selva, oyó unos gritos. Eran unos cazadores furtivos que habían capturado a una mona y la llevaban en una jaula. Simón sintió compasión por ella y decidió ayudarla. Con su fuerza de simio y su agilidad de mono, logró liberarla y escapar de los cazadores. La mona le agradeció su gesto y le dijo que se llamaba Mona.
Simón y Mona se hicieron amigos y empezaron a viajar juntos por la selva. Se contaron sus historias y se dieron cuenta de que tenían mucho en común. Ambos eran diferentes a los demás animales y buscaban un lugar donde pertenecer. Pronto, su amistad se convirtió en amor.
Un día, encontraron una isla donde vivían otros animales híbridos como ellos. Había leones con alas, osos con cuernos, tortugas con plumas y muchos más. Los recibieron con alegría y les dijeron que eran bienvenidos en su comunidad. Simón y Mona se sintieron felices por fin. Habían encontrado su hogar.
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