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A mi tía Raimunda le gustaban las radionovelas. Más gue gustarle sentía pasión por ellas, delirio. Mis tíos no tenían televisión, ¿quién la tenía entonces ?, así que la radio cumplía el papel de entretenernos. Las radionovelas se emitieron durante un periodo de tiempo que abarcó los años 60 y primeros 70 de las tardes españolas. Yo mismo, un niño entonces, seguí algunas con gran interés. Recuerdo el nombre de Guillermo Sautier Casaseca, como el autor de aquellos ratos de alegrías y penas compartidas con los personajes de aquellas ficciones. Habría otros quizás, pero los he olvidado. Probablemente la novela "Simplemente María" fue la culminación de aquellos seriales. A una de aquellas lejanas tardes corresponde la anécdota que cuento a continuación. Aquello ocurrió en mis vacaciones de verano del año 68 o 69. La escena de mi recuerdo se situa en la cocina de casa. Estamos mi tía y yo, los dos abstraidos por uno de aquellos episodios radiados. Fuera está lloviendo; una intensa tormenta se ha desatado hace un rato. La luz está apagada y la estancia está en penumbra. Cuánto tiempo lleva lloviendo, no sabemos. Quizás incluso ha dejado ya de llover, aunque ninguno de los parece haberlo notado. De pronto, nos llega desde el portal una voz entre afligida y llena de enfado. Voy y abro la puerta ..., y caramba, pero si es el tío Dionisio. Y se le ve muy cabreado, sí. Está empapado. ¡¡ Raimunda ...!!, ¡¡Raimunda ...!! ¡¡Me cagüen la burra Cristo ...!! ¡¡Me cagüen la burra Cristo ...!! vocifera el tío en el portal. La tía se estremece. ¡¡Ay ..., ay ..., ayyyy!! Y el tío : !! Con la que ha caido ..., todas las mujeres llevando mantas a sus hombres, y tú aquí, tan tranquila !! Y la tía : ¡¡ Ay, ay, ayyyy!! me distrajo la novela. El tío estaba calado. Agitaba la garrocha en la mano y se lamentaba amargamente. No quise ver cómo acababa aquello. Así que agarré mi merienda y salí de allí sigilosamente- Me fui a la calle, a ver el arcoiris y los caracoles entre la maleza. El sol brillaba de nuevo y mi tía y yo volveríamos a escuchar con la misma pasión la novela al día siguiente; como si nada hubiera pasado, ¡ qué bella era la vida!
Llevo impresa la luz fría de una mañana de marzo en la alta tierra castellana. He aquí una manera adecuada para un artista de decir que nací en un pueblo soriano, hace ya, ¡ uy, bastantes años !
Sin embargo, es poco lo que permanecí allí y los avatares de la vida me han depositado en Madrid, de donde también soy y ya para siempre.
No tengo formación especial, o mejor dicho, académicamente seguida. Unas temporadas con un pintor madrileño, un paso por la Escuela de dibujo ...
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