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Al momento de realizar un retrato parto de varias imágenes y luego de integrarlas a mi conocimiento, me expreso, dando forma a los fragmentos que me sugieren cada una de ellas, componiendo la imagen que deseo.
Hay algo que me es muy claro en mi producción: la mirada del personaje. Esta mirada es centro de mi obra, allí radica la importancia que le doy al rostro. Con mi mirada me introduzco en él, me familiarizo, lo experimento, lo busco, lo integro. Luego salgo, lo vuelvo a mirar, lo describo y siento que él me dicta a mi. Se genera así una comunicación visual entre el personaje, el espectador y yo. La forma de destacar al personaje es mediante la exageración y transformación. Ese cambio está compuesto por distintos sectores que pueden llegar a estar tomados desde distintos ángulos. Por lo general cuando realizo un retrato lo hago con la técnica del óleo sobre lienzo -como sucede en este caso- ya que me resulta muy atrayente por su tradición y el valor emocional que le otorga a la obra.
En este caso la mujer retratada representa una postura cotidiana de la que cualquier persona puede sentirse identificada. Reflejando así la fragilidad del ser y sin querer transmitir más que sensaciones, simplemente mi necesidad de plasmar un momento en la vida de un individuo, que nos lleva a esa melancolía y soledad que cada uno de nosotros podemos llevar dentro.
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