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Los peligros de cabalgar en solitario.---
Él había venido a esa ciudad para promocionar su película. Él estaba un poco aburrido, la verdad, en aquella ciudad paleta. Aquella ciudad, que le había parecido "una lavandería" al llegar (con toda esa ropa impudicamente colgada a secar en balcones y ventanas).--- ¿Qué le habrían visto aquellos colegas suyos a ese lugar; que olía ajo, a aceite de fritanga, a churros ...(¡los churros!, eso sí que le había gustado, fíjate, los churros). Pero aún así, ¿que le habían visto que incluso alguno de ellos se había quedado? ¿Qué se les había perdido allí? Siquiera hubiera sido cuando Mr. Hemingway vino las primeras veces. Cuando lo de aquella guerra en que Mr. Hemingway vino como reportero. Y a la vuelta contaba y no paraba de aquellos días, en que escribía mientras los obuses silbaban alrededor y las balas rompían los cristales de su suite de no se qué hotel Tryp de la Gran Vía. Uno podía imaginárselo : escribiendo febril, su crónica, parapetado detrás de la mesa y dándole a la tecla entre trago y trago, lo cual no deja de tener su atractivo. --- Y aun así la cosa no debía ser para tanto -según pensaba él-, porque cuando se acababa el jaleo, había días que sacaban un puñado de toros y la gente se ponía a correr delante de ellos por la Gran Vía. Como para quitarse los nervios de los tiros o algo así. Cosa que yo, francamente, iría a un psiquiatra -concluyó- aunque dudo que en este país sepan qué es eso.--- Y por cierto, ¿le llaman "Gran", o sea, "grande" a esa calle? ¿y qué tiene de grande? ¿El edificio de la Telefónica? ¡Pero si eso no llega a ser la caseta del conserje de cualquier Empire de New York!--- Así que no, no entiendo a Ava, Frank y los demás, perdiendo el tiempo aquí. Bueno, a Frank sí, porque lo de su chica es para morirse de vergüenza. Vale, ya no será su chica, pero así y todo no está demás darse una vuelta por aquí. Habría que ver en qué camas se mete esa Ava ...;¡ por lo menos tienen chinches!---Él, que en el Stork Club de Nueva York hablando con su colega, le decía : - Pero Frank, "listen" (escucha), ¿por qué te lías con una "pantera" -"el animal más bello del mundo"-, con una pantera come-hombres, come-toreros ..., y no te conformas con ... con una gata caliente, como hago yo? ¡Prueba, hombre, prueba!---No sé, chico, no sé (lágrimas)- Prueba hombre, prueba -insistía- y ... y así dejarás de lamerte heridas a todas horas.----Veremos, ¡hic! (el "bourbon"), veremos, ¡hic! ...¡haec!...¡hoc!---Él había visto un torero saliendo de su hotel en la plaza de Santa Ana. ¡Qué extraño personaje, vestido con aquella ropa tan, tan ...ajustada! No le pareció raro pues que le llamaran (eso le dijo el guía) "Lagartijo", nada raro. Lo raro es que a Ava parecían volverle loca aquellos tipos. Hay uno con el que anda ahora que dicen que no sabe leer ni escribir.¡ Claro, que para lo que lo quiere Ava, no le hace falta!---Entonces miró disimuladamente al camarero, que se apoyaba en la barra, mirando al infinito, y pensó : "¿Qué tienen estos tíos que le gustan tanto a Ava, qué ...? La penumbra hacía que no lo distinguiese bien. Entonces hizo una señal para que viniera. El muchacho se acercó, como con algo de desgana. Entretanto alguien encendió las luces y la sala quedó de repente iluminada, los cristales de la galería reflejándola, como suspendida en lo alto, al otro lado.--- "Sí, este no está mal -se dijo- conforme se aproximaba el camarero. Claro, por eso trabaja aquí".-¿Deseaba algo el señor?- Sí, póngame otro. Ooo ..., mejor, tráigame la botella.- Sí, señor. - Por cierto, ¿cómo se llama? - Ceferino, señor, Ceferino Muelas. - Ce ...Cefe ¿qué? - Ceferino, señor - y el camarero sonrió, un poco azorado.- Oh, está bien. Y pensó : "Éste podría valer ..., le podríamos llamar "Cef", a secas. ¡Ay, pero es un infeliz ..., no habla inglés! Habría que trabajar tanto con él ... Olvidalo, Paul. ---Se mesó entonces los cabellos y por un instante escondió la cabeza entre las manos. Resopló. Estaba deseando volver a América, a su Ohio natal vía New York. Lo antes posible, para contarle a su Joanne todo lo que había visto ... para nunca volver.--- Un país, Joanne -le diría- lleno de perros sueltos por las calles. Y de moscas. Todo lleno de moscas. A lo mejor eran moscas africanas, moscas tsé-tsé, porque la gente se pasa el tiempo durmiendo. Durmiendo la "siesta". Duermen de día y por la noche se van de juerga. Una gente extraña, ¿no te parece, "honey"? Cosas así le diría mientras tomaban té frío en la baranda de casa, abanicándose para quitarse la calor y los mosquitos de encima. ---Él estaba aburrido porque no había nada que ver verdaderamente en aquella ciudad.---Y entonces ocurrió aquello ... Lo primero que se le vino a la mente fue su colega Orson. Genio, genial, decían. De acuerdo, pero en su opinión un hombre un poco loco también. Porque lo de Orson, cuando lo de aquel programa de radio, que la gente se echó a la calle, resultó que había sido inventado. Y aun así él mismo -recordaba- salió de la casa también, de la mano de ma y pa, cagado de miedo. Y se subieron todos a la camioneta a todo correr, para esconderse en alguna parte, lejos de allí. ¡Qué genial gamberrada! ¡Se lo había inventado todo el tío! Pero lo que él acababa de ver ahora ahí arriba, en el cielo, al elevar su celeste mirada en un gesto de hastío, no, eso no se lo había sacado de la manga, como el Gordo de la radio. Él estaba viéndolos en ese preciso instante. Resulta que de repente estaban ahí. Debían viajar a la velocidad del rayo, porque juraría que el cielo estaba despejado cuando entró en aquella cafetería, en lo alto de aquel edificio. Y ahora, ese mismo cielo estaba cuajado de esos objetos luminosos. Lo estaba viendo con sus límpidos ojos, más celestes que el propio cielo al mediodía, y con los que se ganaba el pan. No se los frotó por no irritarlos (eran su pan). Pero ahí estaban, en silenciosa formación ... Y se diría que le contemplaran a él, que le estuvieran observando, con una fijeza amenazadora, indiferentes a su súbito desasosiego.--- No obstante le costaba dar crédito a lo que estaba viendo : -Esto, esto ... tiene que haber sido el jamón, (el ha-món, pronunciaba él, cambiando la "j" por una "h" aspirada, -ya saben, como Albert Hammond, para hacernos una idea-). Pero el ha-món lo había comido ayer ... o anteayer. No, no, el ha-món queda descartado. No es posible, ¡Que no, que no! -se dijo- Ahora, cuando se lo diga a Joanne; ¿cómo me va a creer? ¡Ah, ya sé, una cámara! ... ¡mi cámara! ¡Cómo no lo pensé antes? (estoy confuso, esto tiene que ser el ha-món, el ha-món...) Pero no, no, "ellos" siguen ahí. Eh, esperad un momento -y rezó una oración presbiteriana para que hubiera una en su petate. "Jeje, en casa del herrero, cuchillo de palo"; pero no, ¡Jizzes!, ¡aquí está, sí, aquí está! ¡Atención, chicos, mirad aquí. Yeap! Y empezó a disparar : ¡Clic!, ¡clic!, ¡clic! ... ¡Así, así, muy bien, muy bien! ¡Quietos ahí, aaaah : ¡clic! ¡Perfect! Y otra más : ¡clic! y ¡clic! y ¡clic! Así, asíííí.---Ya está. Ya lo tenía. Cuando se lo diga a Joanne -repitió-. "Habrá sido el bourbon" -diría ella. Ya te tengo dicho que no ... Y entonces él, triunfante, sacaría las fotos del sobre y las extendería sobre la mesa : Look! (¡mira!) . El bourbon, el bourbon decías ...¡qué bourbon ni qué nada -le remacharía- si allí no saben lo que es!---Ahora ya ni Joanne ni nadie podrá decir que, ¡hic!, el bourbon, el bourbon ...; pero qué, ¡hic! bourbon ni qué niño muerto! ---Bueno esto ya está, dijo, satisfecho por la sesión. Vamonos de aquí. Y llamó al camarero, que estaba limpiándose las uñas con un palillo. ---Camarero, ¡camarero!- Sí, señor, diga - Me voy, traígame la cuenta, por favor.- ¿Ha visto eso?, quiso haberle preguntado al muchacho de ojos oscuros y pelo engominado. Miró a su alrededor y pensó lo mismo; pero se dio cuenta de que no quedaba nadie en la sala. "Bueno, mejor así - se dijo- no vaya a creer alguien que estoy chalado. Con cámara y todo. Con estas cosas ... cuando uno tiene ya una "reputation"..., es mejor andarse con cuidado".- Aquí tiene, señor, la cuenta (donde ponía "total : 12,50 ptas"). El hombre de los ojos azules se levantó entonces. Se apoyó en la mesa y buscó en su bolsillo.- Aquí tiene, 15 pesetas. Quédese con el cambio.- Gracias, señor. Y añadió, como gran profesional que ya apuntaba a ser : -¿Qué tal el clarete?, ¿le gustó, señor?- Aaaa ..., el clarete, sí, el clarete ...-Sí, que si le gustó señor, repitió el camarero, al tiempo que señalaba la copa vacía. - Ah, O, yes, yes, sí, sí. Verdaderamente ... ah-há, sonrió un poco incómodo (y se pasó el dorso de la mano por la frente). Verdaderamente ...¿Y esto le llaman Uds cla-, clarete? - Sí señor, clarete. Por cierto, no se olvide la botella. - Ah, sí, sí, claro, ¡jeje! Y un poco avergonzado, cogió la botella y la metió en su petate.- Oiga, ¿dónde está el ascensor?, preguntó a continuación. - Allá, señor, al fondo, a la derecha, le indicó el camarero. - Ah, sí, sí, gracias.--- Y nuestro hombre entonces se enderezó del todo, se echó el petate a la espalda -que ahora con la botella pesaba un poco, la verdad-, y se encaminó con paso titubeante hacia el ascensor.- Adiós señor, dijo el camarero.- Oh sí, adiós, "hasta la vista", se atrevió a contestar él. Y se fue alejando ...("joder, ¡qué país!, Joanne, Joanne, I need you", pensaba).--- Una vez junto al ascensor, pulsó el botón de llamada. Mientras esperaba miró su reloj, y luego, distraidamente, dirigió la vista arriba. Y entonces vio una lucecita roja, muy brillante, que iba "corriendo" por la pared hacia delante, sobre la cornisa de la puerta del ascensor, que ya subía. El hombre se sobresaltó. Dio un paso hacia atrás y se quedó quieto, mirando fijamente aquella lucecita. Pareció pensar algo. A continuación trató de sacar su cámara del petate de nuevo. Pero se lió y finalmente desistió. ---Entonces apoyó el hombro en la pared (como lo había hecho en tantas pelis) y dejó caer la cabeza sobre el pecho, dándose por vencido. En la distancia no se le oía, pero se le vio mover ligeramente los labios, como si musitara algo :
--- El ha-món, el ha-món ... (se empeñaba) ...¡de cojón!... y cómo cojo (co-ho) yo el avión mañana ... CON ESTE COLOCON!!--- Madrid, diciembre 2015.
Llevo impresa la luz fría de una mañana de marzo en la alta tierra castellana. He aquí una manera adecuada para un artista de decir que nací en un pueblo soriano, hace ya, ¡ uy, bastantes años !
Sin embargo, es poco lo que permanecí allí y los avatares de la vida me han depositado en Madrid, de donde también soy y ya para siempre.
No tengo formación especial, o mejor dicho, académicamente seguida. Unas temporadas con un pintor madrileño, un paso por la Escuela de dibujo ...
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