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Un bodegón pintado hace años con ceras sobre un tablero, sufre el paso del tiempo y al final cae de la pared donde está colgado. Hay que restaurarlo, añadiéndole algún elemento que le de vida: una naranja y una rosa, tomados del natural. Esa rosa queda olvidada en el desván. Pasa el tiempo, se marchita y su belleza resurge con el esplendor de un hermoso atardecer.
Nací en Lugo, en julio del 43, me contó mi madre, pero me trajeron a Vigo antes de cumplir los cinco años. Ya desde entonces he querido pintar, pero la vida me fue llevando por caminos más cómodos que los del arte. Ahora, ya juubilado, empuño los pinceles por primera vez y comienzo a liberar sentimientos a través del óleo sobre el lienzo. Aunque no solamente los pinceles, tambien la pluma (computadora) para escribir lo que no soy capaz de decir a pinceladas. Lucho entre estas dos...
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