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Ya nadie habita aquí, ni hombres, ni objetos. El tiempo, tras la estupidez humana, todo lo ha destruido. Solo la naturaleza, cierta naturaleza, ha sepultado, estrato tras estrato, veladura tras veladura, todo lo existente; a veces añadiendo, a veces, como el viento y el agua, eliminando.
Esto es akhasa, un lugar indeterminado, subjetivo e inmanente. Aquí, de nuevo, en este espacio vacío, al modo de la estética romántica, ha triunfado de nuevo la naturaleza. Y el tiempo.
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