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El rojo expresa la sangre, el dolor y el sentimiento, este da paso al azul intenso, simbolizando una renovación y la mitigación del sufrimiento, a su vez, se funde con la esperanza de un verde que se intensifica en el núcleo principal de su esencia, mostrando la increíble capacidad del ser, regenerándose a si mismo. De cuando en vez, el rojo vuelve con su pequeña salpicadura, emergiendo a la superficie, si bien, no con la suficiente energía como para eclipsar, la potencia subliminal del luminoso verde pues, al fin y al cabo, nada es para siempre.
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