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LOS CABALLOS DE AQUILES
JANTO y BALIO, hijos de Céfiro; dios del viento del oeste y la harpía Podarge. Sendos corceles de pura sangre persa, tenían tres años y estaban dotados de patas especialmente vigorosas que los capacitaban para correr a mayor velocidad que la mayor parte de sus congéneres. Por su naturaleza divina eran inmortales.
Los hereda Aquiles de su padre el Rey Peleo, que los recibe como presente de bodas con la diosa Tetis, de manos de Poseidón, con el consentimiento de Zeus.
La escultura representa, el sentido canto plasmado por Homero en la Ilíada: EL LLANTO DE LOS CORCELES POR LA MUERTE DE PATROCLO. En la Guerra de Troya; Patroclo, compañero de armas de Aquiles es el más diestro manejador de caballos, es asesinado por el Troyano Héctor.
Cuando vieron a Patroclo muerto,
Tan fuerte, joven y gallardo,
Prorrumpieron en llanto los caballos de Aquiles
Su naturaleza inmortal se conmovió
Al ver la obra de la muerte;
Movieron sus cabezas, agitaron las crines en el aire
Y golpearon la tierra con sus patas
Lloraban a Patroclo al darse cuenta que estaba sin vida,
Su carne inerte,
Su alma perdida, sin aliento, salida a la gran nada.
Zeus vio las lágrimas de los inmortales caballos
Y se entristeció: “No debí actuar impulsivamente
En la boda de Peleo. No debí regalarlos.
Tristes caballos.
¿Qué tenían que hacer allá,
Entre los desdichados humanos, juguetes del destino?
Ustedes, para quienes no existe la muerte ni la vejez,
Si algún problema humano los alcanza
Caerán también en desdicha”.
Sin embargo, los caballos continúan llorando
Por el interminable desastre que es la muerte.
Poema adaptado de la Ilíada; XVI-XVII
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