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Nadie puede vivir sin ubicarse en el otro, nuestro cerebro está fuera de sí, expuesto hacia los demás, en un giro continuo. El hombre es un hacedor de cultura gracias al uso de sus manos, y en gran medida gracias al proceso de bipedestación; en ellas (las manos) se representa gran parte de lo que somos ahora. Por eso, esas manos rotan, giran, a veces se salen disparadas hacia fuera, trásfugas y dementes. Son expresionistas, burdas, casi sin forma humana. Son manos interiores, brutales, observadas y manejadas por el yo, por el pensamiento. Apego, identificación, agarre, giro sin fin…
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