Información de la obra original

  • País: España
  • Categoría: Pintura
  • Técnica: Óleo
  • Soporte: Lienzo
  • Temática: Paisaje
  • Medidas: 28.74 x 21.26 in
  • En Artelista desde:
  • Etiquetas: vida, pueblos, rural

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Descripción de la obra

Esta Zaragoza que dejé hace tanto tiempo ha cambiado mucho. O para ser más exactos, también somos nosotros los que hemos cambiado. Todo es pasado en el presente de una ciudad al que uno ya pertenece poco.
¡Ay recuerdos!..., como cenizas que el viento dispersa.
La melancolía no es buena compañera. Y sin embargo, en la penumbra ahora permanente de la antigua casa, cuelgan como guiños de remota adolescencia, algunas pinturas de aficionado. Hay un gramo de felicidad, algo de complacencia, en saludarlos con un furtivo vistazo cada vez que vengo. En el silencio de la casa ya vacía, son las voces que más alto me hablan.

Albarracín es un pueblo bellísimo, ubicado al fondo de la provincia de Teruel (que es Aragón también).
Y aquello de pintarlo ...;¡ jo, chaval, tú haces unas cosas muy raras ! Dí antes de nada, que se trataba de una vieja postal que compraste en una excursión que hiciste con el colegio.
Dí que cuando decidiste pintarlo estabas en uno de los impases de tu vida y te dijiste : "¡ Mira cuánto sol, cuánta piedra, cuánto silencio, ¡cuánto viento, arriba en el torreón que corona la colina ! ¡Realmente apetece ponerse a la tarea!
Ya de paso, diles a quienes miren, cómo subiste aquella mañana de abril de 1973 a lo alto de aquel casetón semiderruido. Y cómo, tú y J. C. Pérez Sáez, desafiantes los dos, temerarios, estúpidos en definitiva, os retasteis sin palabras a desafiar al viento y a la altura.
Pero tampoco olvides contarle el premio de la vista ganada desde aquella cima. ¡Sólo quien resiste gana! (¡Já, o se la gana!, -no sé como no nos despeñó el viento a ninguno de los dos-).

Y unos años más tarde, cuando, de pronto tenías el servicio militar esperándote, para entretener la espera hasta enero, te dijiste : copiaré esta estampa de ceniza ya dispersa al viento.
Y antes de ponerte manos a la obra, primero debías terminar tu jornada en un vivero de plantas del antiguo ICONA, que estaba al otro lado del Ebro (en Movera). Algo que te habías buscado para sacar un dinero para el tiempo sin ingresos de la milicia en ciernes.
Al volver a casa, ya anochecía. Traías arenilla en todos los recovecos. Ibas con el pelo ¡ay, el pelo!, todo apretao bajo el gorro de lana, y tu ropa oliendo al sudor empapado y a humo de fogata.
Con lo cual, no te atrevías a coger el autobús, línea 40 en la Pza. de España. ¿Y si me ve Fulanito o Menganito ...o peor, Fulanita o Menganita?, te decías. Y te ibas hasta casa en el burro de San Fernando, ya se sabe, un rato a pie y otro andando.
Así pues, aquellos meses de invierno fueron duros de muchas maneras.
Por las mañanas había hielo en los mimbrales, y te dolían los dedos cuando cortabas las mimbres una a una, para atar las brazadas de arbolillos tiernos. No valía emplear guantes porque había que meter bien los dedos, para cortar lo más abajo posible. Cuestión de tacto. O sea, como en la vida, que es mucho ella cuestión de tacto también.
Un día una "avefría" (así se llama el pajarito) apareció patas arriba, tiesa como un madero, en la vereda, de camino a la finca.
Por las tardes el viento arrancaba un aliento húmedo al río y levantaba polvaredas bajas contra nuestras figuras encorvadas sobre los surcos.

Ah, pero luego -tras haber resistido- sabías que venía esa quietud de casa, que era un premio; y ese abandono en la pincelada ¡para rematar el premio!
Premio era, sí, ese revolotear sobre la blancura del lienzo, fijando en él el recuerdo con la varita mágica del pincel y los colores.
Un rato de fuga hacia el sol, - es decir, "la gloria"-, antes del "hala chiquito que vamos a cenar". Mientras que fuera, en la noche prematura de diciembre soplaba el cierzo
¡ Qué buen calor tiene el amor ! ¡Y qué buen color!

Una de aquellas madrugadas, aún de noche, desayunabas para irte a la finca, cuando oiste en la radio lo de John Lennon. Lo habían matado hacía unas horas, a la puerta de su casa. Muerto; estaba muerto.
Comprendiste casi al momento que todos y todo pasa. Que la mili te aguardaba, inminente, y que después todo sería distinto, incierto, esto es aún más incierto que de costumbre.
Comprendiste que no habría más escondites, - o que estos se iban acabando.
Que no habría más demoras, que la vida, agreste, te aguardaría a la salida y te perseguiría, sin tregua, hasta el final. Porque la vida, al final, campeón de tus juguetes ... va y te vence.
Lo mismo que un asesino desencantado había aguardado, agazapado, para liquidar a uno de tus mitos en Manhattan.
Me di prisa con la pintura pues y acabé antes de salir para la mili. No quería dejar tras de mí sin consumir ningún pedazo tardío de infancia.

Unas semanas más tarde, por las tierras de Jaén, en un interminable amanecer, un tren me alejaba, lenta pero inexorablamente del sol de la niñez..
Me depósito finalmente junto a otros muchos como yo bajo otro sol; desconocido, por estrenar. Al fondo, blanca y luminosa, aguardaba la ciudad de Almería, con el sol suyo, a medida, para que nuestra niñez, verde, empezara a tomar el color -y sabor- del fruto maduro.

Información del artista

Llevo impresa la luz fría de una mañana de marzo en la alta tierra castellana. He aquí una manera adecuada para un artista de decir que nací en un pueblo soriano, hace ya, ¡ uy, bastantes años !


Sin embargo, es poco lo que permanecí allí y los avatares de la vida me han depositado en Madrid, de donde también soy y ya para siempre.


No tengo formación especial, o mejor dicho, académicamente seguida. Unas temporadas con un pintor madrileño, un paso por la Escuela de dibujo ...

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