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Serpenteadas y solas, muy solas, están tus huellas. Tanta luz y aún perdida...
Trato de nombrar la luz con ciertos gestos y la madera y el metal me hacen cómplices de la destrucción. Pero la luz no desaparece y su olor me proteje. Se muestra con ademán milagroso; se vuelve polvo e imaginación. Me pervierte el ojo y deshace la niebla en la mirada. La luz, el destello que nunca se repite y da el fragmento que ya no es. La insólita paz atrapada en el abismo; la bendita soledad que nadie escucha; encadenada siempre, tan veloz y tan tibia...
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