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Un hombre de negocios y un filosófo coinciden en una posada. Fuera sopla el viento y arrecia la lluvia. La posada está repleta y no queda sino un jergón infestado de chinches. \"Los chinches no importan\", piensan los dos caballeros, \"ahora bien; tendríamos mala suerte si la moza tuviera la tiña\".
Pues, no es hasta hace poco que en las posadas y albergues de los caminos, los esforzados viajeros solían compartir cama. Cuestión de espacio nada más. Lo mismo que, ya floreciendo el tráfico de negros africanos hacia las colonias de Nueva Inglaterra, los individuos yacían \"como sardinas en lata\" para aprovechar el espacio al máximo.
Mientras un barco negrero tal vez se está yendo a pique esta noche, la dignidad de la muchacha también se hundirá un poco más, cuando haya de procurar solaz a los achispados caballeros, no vayan estos a quejarse al posadero y proxeneta de que esa campesina resultó ser una remilgada.
Pues hay sistemas económicos que, en su voracidad despiadada, creen que los seres humanos también son objeto (preciado) de compraventa.
Llevo impresa la luz fría de una mañana de marzo en la alta tierra castellana. He aquí una manera adecuada para un artista de decir que nací en un pueblo soriano, hace ya, ¡ uy, bastantes años !
Sin embargo, es poco lo que permanecí allí y los avatares de la vida me han depositado en Madrid, de donde también soy y ya para siempre.
No tengo formación especial, o mejor dicho, académicamente seguida. Unas temporadas con un pintor madrileño, un paso por la Escuela de dibujo ...
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