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No sé si es cosa de la edad o del día a día que me está tocando vivir sin quererlo, pero siento que estoy en un momento de transcendencia singular, en que algo desde lo más profundo de mi ser persigue una respuesta a mil preguntas que reconcilien mi lógica con el mundo que vivo y me rodea. Vivo en un pueblo mediterráneo no especialmente hermoso a mis ojos, salvo que me escape de las construcciones edificadas por los hombres y me pierda en el mar o en el campo agreste. Desde el ático de mi casa, en las noches despejadas de la sombras de las nubes y gracias a este clima privilegiado, puedo pasar horas contemplando la inmensidad del cielo vestido de tintineantes luces de estrellas, ese Universo espectacular cuya grandiosidad nos hace tan diminutos como una mota de polvo sobre la faz de la Tierra. Pero es que luego, si paseo por el campo, donde mi estatura me convierte en un gigante poderoso frente al mundo diminuto de las flores y los insectos que yo podría aplastar un simple gesto de mi mano o un deliberado pisotón de mi pie, vuelvo súbitamente a sentirme insignificante y perdida también en este micro Universo lleno de vida y belleza que habitualmente despreciamos ante nuestros ojos, aunque nos rodea por todas partes… El caso es que me siento desubicada por completo, y en el vasto Universo de los cielos y la armonía con que transcurre la vida diminuta de la Tierra, no hayo mi lugar y no encajo la pieza de mi persona ni la de ningún ser humano. Creo que los seres humanos, a pesar que somos la creación culminante y más perfecta, nos hemos apartado deliberadamente de las leyes armónicas que lo rigen todo. ¿Y cómo encontraré yo ahora mi punto en el Universo, si las estructuras sociales que hemos creado los humanos nos han arrancado del ciclo armonioso de la vida que no necesita sino unas leyes sencillas y armónicas para equilibrarse sin esfuerzo? … Cuando mato un mosquito o una araña porque osan entrar en mi casa por la ventana abierta no sé quién soy… ¿ Cuando oigo de hombres que matan a hombres me pierdo más! … El llanto de un niño, la desgracia, la muerte desoladora, el hambre devastador, la injusticia reinante, el desamor y los odios viscerales de las sociedades que hemos creado me anulan por completo, y ya ni con la importancia de una mota de polvo me comparo…
Mi profundo amor por la cultura helénica, me llevó a residir durante diez años en Grecia, pais que marcó definitivamente mi trayectoria.
Por un lado, defino mis pinturas como fruto de mi gusto por las cosas sencillas, por otro, me arrastra la necesidad de desentrañar lo que parecemos y lo que realmente somos y el mundo interno que nos mueve.
Tengo la obligada necesidad de abrirme camino una vez más en la difícil...
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