Siempre que entramos en un bosque, siempre que comenzamos algo en la vida, existen dos perspectivas la inmediata donde reina el color y la incertidumbre pero siempre con esperanza, no obstante al fondo siempre observamos esa parte del bosque, de la vida, que nunca sabemos si tendremos el valor de atravesar, ese resquicio que en una esquina nos indica que no todo es como se presenta a simple vista.
Si algo caracteriza a los humanos es la gran dosis de irracionalidad que persiste en nuestro, supuesto, cerebro racional. Basta con detenernos a meditar en nuestras actuaciones cotidianas, para percibir, claramente, la certidumbre del argumento. ¿Por qué tenemos hijos? ¿Por qué nos atamos sine die a una persona, con el claro convencimiento, racional, de que el tiempo, ese asesino implacable, acabará con casi todo lo que ahora nos emociona del otro? ¿Por qué vivimos de espaldas a nuestra...
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