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Rendido ante la posible perfección, veía el destello de aquel ser indiscutiblemente absurdo.
Débil era ya mi conciencia por haber aceptado aquel macabro juego.
La ambigüedad entre mi razón, lujuria, locura y la peor, el Amor.
Reconociendo así una vida llena de frustraciones a su lado y fuera de su jurisdicción, tranquilidad.
Las voces afirmaban el crimen y yo? sin poder oír.
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