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¡Oh, diosa del Olimpo!
Da forma a mis ojos
y copula mi mente.
Consagra el fetiche del esclavo,
de tu esclavo.
Da vida a la bestia
y arrebata a mis guardianes blancos.
La excitación mental
traduce movimientos tectónicos
en mi piel.
Tu aliento eriza mis entrañas,
escalofríos de placer.
Y mientras tanto,
como siempre,
oídos inundados
por una música cardiaca,
sudan saliva radioactiva,
saliva de las bestias en guerra.
Un cara a cara,
y las bestias
preparan armas.
La una,
veneno lascivo.
La otra,
estira, retuerce.
Las puertas de los túneles
quedan en la oscuridad
de un abismo,
mientras las miradas se clavan
como puntos de mira
en los ojos del enemigo.
Tu aura,
horno crematorio de mi cuerpo,
funde el aire helado
que separa la realidad.
Mis pensamientos
exprimen los placeres,
nuestros placeres...
Cuerpos enfundados
por tactos mágicos
enloquecen desde los pies a la cabeza,
desde las botas hasta la máscara.
Imaginar para excitar.
Excitar para sentir.
Sentir para gozar...
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