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Para la población que habita el altiplano guatemalteco San Simón, llamado también Maximon o Ry Laj Man (nombre maya), representa una figura extremamente controvertida: sinónimo de prosperidad y felicidad para algunos, pero brujería y paganismo para otros. En general la tradición lo identifica como el protector de los borrachos y por eso disfruta de una ilimitada devoción, sobre todo entre los desheredados. A los finales del siglo XIX, la imagen del “santo” era venerada por los jugadores que, en caso de victoria, ofrecían dinero, aguardiente o tabaco. En San Andres Itzapa, la capilla donde está guardada la estatua de San Simón (representado por un viejo sentado, teniendo en la mano una botilla de aguardiente) abre durante toda la noche del 28 de octubre, acogiendo centenares de devotos que llegan desde cualquier lugar de América Central, para hacer confidencias sobre sus propias esperanzas, pidiendo favores y dejando ofertas en dinero, flores y obviamente alcohólicos.
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