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Bodegones con ojos que miran al espectador. Siempre he creído en las miradas recíprocas. Juego con la idea de que cuando miro algo, ese algo -sea río, mesa o flor- también me ve. A veces miramos sin ser vistos. Otras somos observados sin saberlo. En el proceso de la pintura puede darse un cruce de miradas en cualquier dirección. Crear un bodegón es intensificar o diluir colores y texturas; una danza viva expresión de lo que se entiende por naturaleza muerta. Pero no hay gestos muertos en el acto de pintar. Los elementos del cuadro también están vivos y me miran. Objetos, flores, texturas, sonidos, olores y colores. El simbolismo que emerge de cada cuadro para quien sabe conectar.
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