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Esta pintura (¿la bandera del sueño?), ¿debería citarse como cuadro integro en tanto que materia pictórica que no da concesiones espaciales a la transigencia del pequeño detalle?
Tal y como se muestra esta “superficie plana modificada” cabría decir que se ha tratado como si de una obra formal (conceptual) se intuía, donde ciertamente el concepto y la forma se atribuyen por y para el color.
En este momento el color, su trato y su composición dan la sensación de obtener un misterio inaudible, pero que traspasa el propio sentido del vacío en tanto que a sonido; silencio. Tal que así, el cuadro desde el comienzo de su “construcción” retuvo un inconsciente deseo de resultar suave e incluso onírico.
Sin embargo, esta tranquilidad podría ser interpretada en otra dirección a la que la generalidad del cuadro nos ha predispuesto:
ciertos espacios oscuros denotan una fuerte intransigencia a la continuidad pura y sin restricciones del color. Estos negros son rebeldes que se interponen entre la sublimidad homogénea y monócroma de la intencionalidad de los dos colores distintos.
Del mismo modo, también puede sentirse que esos pequeños huecos oscuros están acorralados por la inevitable y ansiosa confrontación de esos colores distintos.
Pero, más allá de presuntas cavidades situadas entre lo conceptual y lo puramente pictórico, hay que observar desde la virginidad artística lo que se interpone entre el aire y la pared; introducirnos levemente en el significado que para cada uno hay en un espacio limitado pero creado (no me refiero tan sólo a este cuadro) y dejarnos llevar sin prejuicios por el alma del cuadro, que es, en definitiva, el alma de quien lo observa.
Yo, en una parte del proceso, dí un vuelco junto a lo que veía y escribí lo siguiente:
“(...) eso es una figura sentada de alguien, apoyada en un árbol verde que se une con el paisaje, con el espacio en perfecta simbiosis (tal y como si el árbol fuese transparente o si el entero espacio fuera liviana vegetación fruto del sobrecogedor sol de otoño, que ilumina y concierte en opaco reflejo a la figura). Esa figura (¿una mujer? ¿un niño? ¿un hombre? ¿...?)está apoyada en el árbol, sumida en una parálisis mística mientras es besada por un rostro que nace en su propio perfil, y observa justo en frente un gigante y surreal violonchelo que canta su música, que es a su misma vez (tiempo, sonido) la voz tierna de esa figura que reposa callada”
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