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Son tiempos convulsos en el mundo del personaje, la ciudad se derrumba a sus pies. Ella se encuentra en su territorio ahora decadente, con una vista que invita a pensar en los tiempos mejores, cuando se llevaban a cabo grandes banquetes con la ciudad como fondo. Dos candelabros han sido colocados justo ahí y muy recientemente, ya que su estado no corresponde al deterioro del entorno. Tal vez se tomaron del palacio indicando que no fue saqueado y que el desastre no viene de la mano del hombre o tal vez? que se escondieron muy bien. Lo que es seguro es que tienen un gran valor para ella, en otros tiempos ponerlos en esa terraza era un ejercicio común, por eso se han convertido en un símbolo.
Todos se han ido excepto por el espectador a quien ella mira. Toma el último caballo, el caballo negro que nunca jaló una carroza, tal vez por ser demasiado joven, tal vez por su temperamento. De cualquier manera ya no hay cocheros ni coches, queda apenas una rueda en donde no debería estar. Quizá todos salieron deprisa
Ella podría estar a punto de hacer algo, partir y salvarse, reconstruir, inmolarse o entregarse a la locura, sólo ella conoce su destino ya que refleja la tranquilidad de la certeza.
Este cuadro habla sobre una aristocrática dama en completo dominio de sí misma pese a cualquier circunstancia. El caballo representa el instinto, ella asumiendo su parte masculina y femenina lo monta en una silla para caballero y sin embargo nunca pierde la delicadeza ni su esencia.
La pintura busca hablar del dominio de la mente sobre los instintos. El entorno pudiera ser caótico, la rueda representa la civilización, de una manera muy personal las velas representan en la mayoría de los cuadros la razón y/o la esperanza, en este caso el fuego se ha apagado y la ciudad al fondo sólo refleja estas circunstancias. Sin embargo la dama permanece incólume, sin un rasguño.
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