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El Cristo de Guadix no es un Cristo solitario.
Su Cruz, solidaria, acompaña a los millones de cruces que desde el principio de los siglos sacrifican a los humanos: hambre, miseria, injusticia, guerras, enfermedades, cataclismos.
Su faz es inenarrable, oculta por la doblegada cerviz.
Creer o no creer. Ésa sí que es una cuestión transcendente.
(Ver Cristo de Guadix II y III)
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