© Todos los derechos reservados
Parece evidente que nuestros demonios nos
descienden a infiernos particulares.
Pero ¿Podemos llegar hasta el Paraíso escoltados,
inducidos, conducidos por ellos?
Definitivamente, si.
Estamos obligados a exorcizarlos o a dejarlos en
la puerta. Para eso tendremos que combatirlos con
toda la fuerza de nuestras convicciones, con todos
los recursos de nuestro profundo “yo mismo”.
En el viaje, largo en experiencias y eterno en el Tiempo.
Soportamos de ellos burlas, bromas, sarcasmos,
ambigüedades, mentiras, imposiciones, acosos, las
agudas heridas de sus afilados tridentes. Supongo
que ese es el precio que tenemos que pagar para
aprender de la experiencia de sus frustraciones y sus
desengaños.
Nos hacen cómplices de forma sutil e imperceptible
de sus angustias, hasta implicarnos en ellas.
Cuando venimos a darnos cuenta, ya forman parte
de las nuestras. Nos empezamos a sentir distintos,
permanentemente enfadados con todos, con todo.
Disconformes con nosotros mismos.
Pero seguimos soportando agravios, acusaciones de
ser impostores, mentirosos, anodinos. Permitimos,
incluso, que nos hagan sentir ante nosotros mismos y
ante los demás como tontos, imbéciles, desorientados,
inconstantes. Perdemos, poco a poco, el sentido de
la dignidad, de nuestra propia imagen, nos sentimos
inseguros.
Ver más información de S).durán Artista Visual
No encuentras lo que buscas. En artelista te inspiramos