Nadie se acordó de ella. Todos los días salía a repartir el pan. Morena, delgada y flexible como un junco llevaba en equilibrio inestable su cesto de mimbre, mientras en el halda sujetaba los panes próximos a entregar. Casi no tenía nombre \"la del pan\" la llamaban. A la bendición del pan nadie rezaba por ella. Otro día no llegó el pan a las casas; la del pan no la vió nadie. Esmeralda, que así se llamaba la panadera de casi sin nombre, tomó una ballesta y una garrota, se echó al monte y se convirtió en \"LA SERRANA DE LA VERA\"
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