© Todos los derechos reservados
Una mujer mira por última vez a su asesino con un grito vacío callado por una mano que simboliza el silencio que han callado por años las mujeres víctimas de la violencia intrafamiliar, las víctimas de violaciones, mutilaciones y feminicidios.
Otra mano la sostiene y la empuja hacia la profunda oscuridad de la cual es presa su destino y no podrá escapar.
Su desnudez nos muestra la vulnerabilidad de ese ser maravilloso y codiciado por su belleza, por sus curvas, su intelecto.
Por último pero no menos importante, las cadenas que le atan las manos en pos de ruego, diciendo: "por favor, no me asesines, no me mates" en súplica por todas las mujeres que han sido víctimas de este horrible flagelo.
Ver más información de Ricardo Wíswell Gómez