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Autorretrato al año de la vuelta a mi país:
No puede volver el árbol que hace más de veinte años de cuajo fue talado.
No es más su tierra aquel suelo que una vez lo nutrió, el espacio preciso que ayer lo contenía.
La raíz quedó allí, nadie lo pone en duda: desintegrándose de a poco, desapareciéndose en las huellas de lo efìmero.
No se puede volver ni al recuerdo de las hojas secas, ni a sentir pena de las ramas peladas.
Imposible aún más soñar con las cigarras, los nidos de pájaros, las mariposas, los bichos canastos.
Ni siquiera con mensajeros de Dioses prohibidos o anacrónicos.
El árbol que se corta para los otros no es más arbol:
un fantasma, una aberración, una visión deforme, el claro testimonio de la locura, un limbo.
No se puede volver: ni árbol, ni raíz, ni sentimiento, ni persona, ni yo, y ni siquiera la otra.
No se puede volver, aunque sufras, alma.
No se puede aquí, ni allá, y es imposible también dar marcha atrás...
Alma, aunque me desbordes, aunque reniegues de mi, aunque en el intento de volver me desgarres el cuerpo sin piedad,
Sólo en este cuerpo mío está tu lugar, para seguir eligiendo con el corazón, las veinticuatro horas del día, 24/7, porque el amor es el único camino.
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