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\"Fuera sigue lloviendo; llueve tanto que no puedo salir. Mis tropas necesitan verme para no desmoralizarse aún más, pero si salgo - como dice Galeno, mi médico, - puede que no regrese vivo.---No es que la muerte me importe demasiado, pero mis hombres han de tener a su emperador consigo el mayor tiempo posible. Los bárbaros son cada vez más osados. Tanto que por primera vez un emperador romano se ve obligado a hacer la guerra a la defensiva. ¡Qué pensaría Trajano de mí, de haber vivido en estos días! ---Sin embargo, una vez hayamos acabado con este peligro iniciaré un movimiento ofensivo; pasaremos a la otra orilla del río para ocupar Bohemia. Es demasiado lejos, lo sé; pero no hay más remedio. Si el corazón del imperio ha de estar a salvo, nuestras guerras han de ser libradas lejos. El saqueo de Aquileia, a las puertas de la península itálica lo ha demostrado.
Hoy me siento excepcionalmente débil; la fiebre me consume y apenas puedo garabatear el papel. Pero quiero que quede constancia de que cumplí con mi deber hasta el último momento. Mi hijo Commodo no me inspira ninguna confianza. Es un degenerado; y más que un soldado, le gusta jugar a serlo. Me molesta con su apremio por acabar esta guerra. Si no la acabo yo él simplemente comprará la paz y se volverá a Roma, cargando la vergüenza sobre sus hombros. Claro que a él no le importa... Pero a mí sí. Un emperador se debe a su pueblo hasta el último aliento. Dejar un buen recuerdo entre sus iguales es lo máximo a lo que puede aspirar un ciudadano. Que te recuerden porque buscaste el bienestar de quienes dependían de tí. Todo lo demás es polvo.
Me cabe el honor si muero de que me llevó la misma muerte que a mis soldados. Incluso en Roma sigue muriendo el pueblo de estas mismas fiebres. Quizá sea un enemigo aún más tenaz y peligroso que los bárbaros. La vida es pues puro azar, incertidumbre. No somos los dueños de nuestro destino. He tenido que asociar a Commodo a mi persona imperial porque sus otros hermanos murieron de niños. Es un absurdo que las niñas sobrevivan a los varones. Una mujer no puede heredar el imperio. Pero mi hijo es mucho más tonto que sus hermanas. ¿Acaso yo lo he querido así? No, sólo el destino ha dispuesto que él viva y no sus otros hermanos.
Bueno, ahora debo dormir para ahorrar fuerzas. Si sobrevivo a las fiebres y aplastamos finalmente a los bárbaros del otro lado del río atacaremos su retaguardia. Si muero no sé qué será del imperio; los romanos ya no valen para ser soldados. Quizá no merezca la pena todos estos esfuerzos. Pero no quiero que quede en la memoria de mis hombres la idea de que su emperador los abandonó a su suerte. Yo no haré eso, estaré con ellos hasta el final.
No puedo seguir escribiendo, la fiebre ofusca mi mente. No me fío de Commodo; quizá no me haya hecho matar porque se ha dado cuenta de que probablemente la peste lo hará por él. ¿Por qué a él no le ataca y a mí sí? Desde luego no, no somos dueños de nuestro destino\".---
Reflexiones del emperador Marco Aurelio, en el campamento militar de Vindobona (actual Viena -Austria-) alrededor del año 180 d.C
Llevo impresa la luz fría de una mañana de marzo en la alta tierra castellana. He aquí una manera adecuada para un artista de decir que nací en un pueblo soriano, hace ya, ¡ uy, bastantes años !
Sin embargo, es poco lo que permanecí allí y los avatares de la vida me han depositado en Madrid, de donde también soy y ya para siempre.
No tengo formación especial, o mejor dicho, académicamente seguida. Unas temporadas con un pintor madrileño, un paso por la Escuela de dibujo ...
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