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Imagina un lugar que nunca existió. Que no existió, pero que te resulta tan familiar, ¿ verdad ? Un lugar sumido en el silencio y en el que nada ocurre, excepto las historias que tú le pongas. Antes de dormirte ...; con la nieve ahí fuera, mientras que tú ¡ guaaa, tan calentito !
Oyes que silba el viento en el callejón, y te parece ver alejarse por él al Gato con Botas, embutido en su capa azul. O quizás llegue a tus oidos las notas de la flauta de ese vagabundo, convocando a las ratas de un pueblo alemán. O puede que aciertes a oir la cantinela de una cerillera; cuyo lamento te llega a ráfagas desconsoladas, porque nada ha vendido en todo el día y nada llevará a casa para cenar. O, quizás mires hacia arriba y veas, en lo alto, la estatua del Príncipe Feliz. Una estatua que ya no brilla, porque le faltan las láminas de oro que la recubrían, y que repartió una noche por toda la ciudad, con la ayuda de una golondrina despistada. Una golondrina leal que al final murió de frío y agotamiento a sus pies. Y a lo mejor, mientras te fundes con el sueño en tu cama, te parece oir el blando sollozo de un corazón por fin en paz, y piensas que el sacrificio del príncipe mereció la pena. Wilde lo contó así, ¿recuerdas?
También puede que veas en esa plaza a aquel rey estafado por su corte, que hubo de oir de la voz de la inocencia el aviso de que iba desnudo. Porque los niños ven claro antes de ser contaminados.
O, por último, tal vez veas la calle arriba por la que Lady Godiva abandonó la ciudad una noche. La pobrecita, ataviada tan sólo con su propia cabellera y llegando hasta el portón de la muralla, donde quedó abondonada y sola... Que fue cuando su caballo dió un salto y ambos se perdieron en el cielo nocturno. Y ya desde entonces hubo un nuevo cometa de fulgurante melena sorteando las estrellas en el firmamento.
Y quizás entonces alguien, con cuidado, irá y retirará el libro de tus manos, apagando la luz a continuación. Y si nadie lo ha hecho contigo nunca, hazlo tú con alguien. Pues no hay edad para dormirse amando y siendo amados.
Llevo impresa la luz fría de una mañana de marzo en la alta tierra castellana. He aquí una manera adecuada para un artista de decir que nací en un pueblo soriano, hace ya, ¡ uy, bastantes años !
Sin embargo, es poco lo que permanecí allí y los avatares de la vida me han depositado en Madrid, de donde también soy y ya para siempre.
No tengo formación especial, o mejor dicho, académicamente seguida. Unas temporadas con un pintor madrileño, un paso por la Escuela de dibujo ...
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