Obra que denuncia la imposibilidad que tienes los curas y monjas en la órbita de la Iglesia Católica para amar carnalmente, para expresar el amor sexual, para vivir como seres humanos dueños de su libertad. Y hablo de libertad porque no estoy diciendo que alguien por voluntad propia no pueda ser asceta1, sino que la Iglesia lo imponga a sus clérigos y religiosas. De modo que por imposiciones contra natura creen auténticas monstruosidades entre sus “funcionarios” como numerosos casos de pederastía y un sin fin de traumas psicológicos de diversa índole.
Todo ello se remonta a la necesidad de la Iglesia de que las propiedades de los sacerdotes pasaran a ella misma y no a posibles hijos de estos. Aunque venían dándose intentonas desde el siglo V fue en el Concilio de Letrán I celebrado en 1.123 cuando se prohibe expresamente todo matrimonio en los clérigos y también el mantenimiento de concubinas.
En el lienzo, la joven monja soñando no puede reprimir su líbido e imagina lo que de manera consciente evitaría por todos los medios mediante la autocensura y diversos traumas adyacentes derivados de la prohibición de amar sexualmente. Mientras su imaginación se libera en sus sueños húmedos, un joven cura la mira mientras descorre la cortina en donde se encuentran Wojtyła (Juan Pablo II), Escrivá de Balaguer y Ratzinger (Benedicto XVI). Con ello denuncio a modo de proyectil cultural, el creciente conservadurismo de la Iglesia Católica y la represión creciente contra los movimientos progresistas de base y las teologías izquierdistas como la Teología de la Liberación (que oferece un análisis marxista del mudno actual desde los principios y el ejemplo de Jesús de Nazaret).
La creciente derechización radical de la Iglesia ya comenzó con Juan Pablo II, después de la “extraña” desaparición del progresista, Juan Pablo I (Albino Luciani) que con su lema “Humilitas” (humildad) intentó profundizar en las reformas iniciadas por Juan XXIII y depurar las cuentas de la Iglesia con entidades financieras de dudosa legalidad (léase mafias), tanto en Italia como en EEUU. Muerto el perro se acabó la rabia, envenenado o no, llegó entonces Wojtyla que se apoyó sistemáticamente en los sectores más derechistas de la Iglesia tipo Opus Dei o los kikos, los cuales mediante su financiación y poder político evitaban/evitan el debacle de la Iglesia como poder fáctico en la sociedad, debacle que sería un hecho si su importancia dependiera exclusivamente de la participación de sus fieles que ha ido en caída libre desde hace años, quizás por su nula democracia interna y por su ideología ultraconservadora. Ello se ha radicalizado con Ratzinger, que apoya férreamente a los sectores ultras de la Iglesia. Un Papa que de joven combatió fielmente durante 4 años en el bando nazi y que más adelante como Prefecto para la Doctrina de la Fe de la IC se encargó de despedir literalmente a diversos sacerdotes izquierdistas de su propia organización religiosa.
La obra es una denuncia a tanta impostura. No es una crítica a ninguna religión, que en principio merecen todo el respeto. Sí es una dura crítica a la mayoría de la jerarquía de la IC que como tantas otras desvirtúan el mensaje de sus fundadores. No hay que confundir nunca iglesias, con religiones ni creyentes, del mismo modo que no confundimos comunismo con lo que hay en China.
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