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Con cara de no muy buenos amigos, Ben Barrett, en su camino hacia la Isla del Destino, tropezó con un ser de cuento y fantasía.
- ¡No me lo puedo creer! Exclamó cuando relataba al doctor Mendoza su temeraria aventura.
- Aquella bestia no hacia más que berrear y girar su enorme cabeza de un lado para otro, como los grandes magnates de este mundo.
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