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Esta composiciòn o festival de velas, barcos e izadas banderas, de desigual diseño y tamaño, se desarrolla en medio de una anàrquica, y alocada ubicaciòn de sus elementos, inmersos en un huracanado remolino de viento, que arrecia feroz, impulsàndolos a la deriva en un agitado baile, que convierte el lugar, en un caos naval o danza nàutica, si se quiere. Una gigante y traslùcida vela, de acusada encorvadura, se muestra desprendida sobre el mar, pareciendo recoger todo el viento y engullir cuanto se le acerca, tomando un protagonismo central. Su puntiagudo y resaltado vèrtice superior izquierdo, recuerda a una flecha indicativa de algo, apuntando en una exacta direcciòn -como si de un catavientos se tratase- sugeriendo o insinuando acaso, un punto de calma, fuera ya del marìtimo y devastador vendaval. ¿Un viaje por la ficciòn o reminiscencias de mi marinera infancia? Me decanto pues, por escenas registradas en mi memoria, probablemente, tras impactantes y amerizados momentos ciclònicos, vividos en dìas remotos y reavivados con ardor en un convulsivo y navegante sueño.
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