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No te pares ni te entregues,
no te escondas ni te cambies;
no finjas la caricia, no tapes la injusticia;
no vivas de rodillas, alza al cielo la mirada,
escapa a tus cadenas y libera así tu voz ahogada.
Tus cadenas,
mira que no son tuyas,
que tienen otros dueños,
que buscan otras manos;
que piden en silencio nuevos esclavos;
tus cadenas déjalas… déjalas volar.
Siente la fuerza de la libertad real,
que el viento acaricie tu cara,
que te llegue la música del camino,
y te hable la noche en tu sueño merecido;
siente la libertad de ver las cadenas del ayer,
la libertad de la auténtica sonrisa,
del beso que llega como respuesta,
de esa mirada limpia, sincera… siempre dispuesta,
de esa pasión desbordada, de locura, vivida insumisa.
Tus cadenas
que no son tuyas, recuerda
que nunca lo fueron, ni nunca lo serán;
cadenas arrojadas a la vida,
cadenas que nunca más volverán.
(jpellicer)
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