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¡Cuántas veces hemos dicho alguna vez en nuestra vida: «Pídeme la Luna… »! … Sobre todo «el Amor» nos hace tan osados, valientes e intrépidos, y nos llena el alma de tanta fortaleza en virtud de la cual seríamos capaces de cualquier cosa, incluso de alcanzar lo inalcanzable, como la Luna, para regalar en manos de la persona que más amamos.
Es evidente que es una expresión simbólica, porque la Luna y su esplendor no está al alcance de nuestras diminutas manos. Pero sí es una expresión que descubre abiertamente la veracidad y la dimensión del amor que podemos llegar a sentir por alguien y la capacidad de nuestro ser de entregarlo todo por y para esa persona.
En este cuadro, en el que he intentado dibujar el Cielo y la hermosa Luna que lo engalana cada noche con la más parecida realidad a la que contemplan nuestros ojo; yo, sin embargo, me he pintado con un puñado de lápices de colores y líneas torpes para no ensombrecer su belleza.
En este cuadro, no estoy osadamente arrebatando al cielo su astro nocturno para entregarlo por amor. Estoy subida con gran decisión y pleno convencimiento, desafiando un equilibrio imposible sobre una escalera imposible, para devolver la Luna al Cielo y la Noche, al lugar que le corresponde, porque fue creada para todos y para nadie. Está ahí para el deleite de nuestros ojos, para alimento de nuestro alma…
¡Nunca más en mi vida osaré robarla del Cielo! ¡Nunca más regalaré la luna de mi alma a nadie para que la cubra de nubes y oscuridad! … He aprendido que «la luna interior» que cada uno llevamos dentro, brilla si queremos a través de nuestros cristalinos ojos, de nuestra entrega desinteresada, de la fuente de nuestro corazón donde puede nacer el amor más puro. Pero no nos pertenece ni a nosotros mismos arrancarnos estas valiosas cosas de nuestro ser y regalarlas a cambio de nada.
En este insignificante cuadro, pido perdón al Cielo y le devuelvo su joya preciosa y valiosísima. Y con este gesto, mi alma se complace en recobrar su propia luna después de tanto dolor y lágrimas hasta recobrar su luz mágica que me ha devuelto a la vida.
Mi profundo amor por la cultura helénica, me llevó a residir durante diez años en Grecia, pais que marcó definitivamente mi trayectoria.
Por un lado, defino mis pinturas como fruto de mi gusto por las cosas sencillas, por otro, me arrastra la necesidad de desentrañar lo que parecemos y lo que realmente somos y el mundo interno que nos mueve.
Tengo la obligada necesidad de abrirme camino una vez más en la difícil...
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