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Un aniquilamiento mutuo crea una forma viviente que se nutre de su autodestrucciòn y de la supervivencia de sus formas embrionarias. El cràneo del toro, màs recio, màs inconciente, toma la direcciòn del nuevo ser, y un cuerpo humanoide, que termina danzando sobre cuernos, sostiene el espectàculo frente a una implacable multitud que se nutre del morbo.
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