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Tinta negra, caña bambú y aguada sobre papel salmón. Pueblos de la vieja España, piedras prisioneras castigadas secularmente a contemplar el ir y venir de siegas propias y ajenas de trigos, esperanzas y sudores. Querencia de unos pocos, al estilo más castizo de Berlanga a la espera del regreso. Un paisaje no apto para gañanes con los dedos pulgares gastados en la play.
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