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CAYETANO EL GALLERO
Muy erróneamente, se asocia el nombre de Gíldaro Antezana a los famosos gallos que pintó en sus mejores épocas; pero la figura gallera era apenas un aditivo más en el complejo mundo gildariano. En rigor de verdad, el demiurgo de su extensa obra es un personaje llamado Cayetano,“un hombre común como él, de mil oficios, ducho en el arte de sobrevivir como sobreviven miles de campesinos que han migrado a las ciudades en pos de una vida mejor” explica David Darío Antezana, su hijo.
Diríamos que Cayetano fue para Gíldaro Antezana lo que Juan Cutipa para su contemporáneo y amigo Alfredo Domínguez.
“Su relación con los gallos fue muy casual” —aclara su esposa, Carmen Rosa Antezana—. “Comenzamos criando estos animales como una actividad meramente doméstica. Entonces un amigo suyo le introdujo en el ambiente de las peleas de gallo, frecuentando el coliseo gallero que había en la Antezana y Uruguay; y con el tiempo esa actividad también fue apasionándole, hasta llegar a tener gallos campeones como el Manzanero y el Pinto que inspiraron algunos de los más bellos cuadros de Gíldaro. Mi esposo quedó impresionado con la energía vital de esos animales que terminaron conviviendo en ese mundo de su creación que poco a poco fue siendo habitado por girasoles, buhos, sapos y otros seres, incluyendo nuestros propios hijos, que acompañan a Cayetano en sus mil aventuras y desventuras”.
Estos seres son protagonistas de una magistral narración pictórica que está dispersa en varios países del mundo o abandonada en la saqueada Pinacoteca Municipal de la malhadada Casona Santiváñez.
Series como “Los Buhos Negros” en homenaje al Che Guevara o “El Sueño de Cayetano” donde el personaje aparece desfilando con pancartas que rezan “prohibido vivir mal”, o “Los machu machus” que fue censurada por la dictadura banzerista; lo mismo que “Los Sapos”, “Los Girasoles”, “El Circo de Cayetano”, “El Teatro de Cayetano” o “La Muerte de Cayetano”, son episodios de una historia colectiva narrada con la fuerza de un discurso libertario y en un tono profético y lúdico.
De hecho, Gíldaro narró su propia muerte antes de morir. Más arte no puede haber.
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