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“He vivido la indigencia de los afectos. Para nada me recliné en el umbral de la clemencia a llorar amargo dolor y tristeza, y el correr de los días me sorprendió en vagabundo vivir sin esperanza. El amor me engañó despiadado, y así como me dio sus ínfulas de grandeza, así también me despojó de su gloria pasajera. La muerte interior me acechó sombría, la noche y el silencio. Mis ojos se apagaron, mi aliento y la luz, y quedé en las calles, solitarias de amigos cercanos; sólo mis enemigos en torno a mí, aquellos que quise en tiempos pasados pero que ahora me habían negado para siempre. Mis sandalias cansadas de polvo, perdidas en un incesante caminar hacia ninguna parte. El mar inmenso que me rodeaba y mi sed profunda, o ese deseo perpetuo de dormitar en la nada y no despertar. ¡Cuánto miedo tuve al tiempo, marcado por el paso imparable del sol en el cielo, y a la batalla cruenta de la lógica desnuda frente a la sinrazón armada de puñales!... Pero hoy me he despertado y he dicho en mi corazón “¡Ya no duele el dolor!”... Me he levantado y me he vestido de primavera, y he salido a la calle y la luz de mis ojos radiantes no olvidarán los transeúntes. Me han señalado con el dedo y han dicho: “Mira, ahí va una persona que regala sonrisas, acerquémonos y tomemos una, o dos y hasta tres…”. ¡Y de mis ojos han tomado vida que llevaba guardada sin saberlo yo!... Así que tengo vida más allá de estar viva, y me he reencontrado con el respeto a mi cuerpo donde vivo, templo de mi aliento y de mi sangre que no me pertenece profanar… Hoy las calles se han llenado de amigos nuevos como una multitud, y mis enemigos se han tornado un recuerdo que no sube al corazón. Por quien amé y me despreció siento nostalgia, sentimiento de cariño verdadero, y lástima y ternura, porque las compuertas del amor a borbotones he cerrado para siempre, pero mi amor humano no (¡no puedo!)… Así que, de saberme vagando en la indigencia sentimental a la que me arrojaron y donde perdí todas mis riquezas (aunque inútiles riquezas), me veo ahora en un palacio de cristal donde la belleza del amor que me cobija es deslumbrante, tanto mejor que el oro y los zafiros. ¡Cómo agradezco mi caída estrepitosa de un pasado que no debió ser, mi capacidad de remontarme del polvo y la arena y seguir, mi prueba cruel e inesperada de perderlo todo para valorar lo verdadero y desestimar lo vano. ¡Gracias a la persona que amé intensamente, porque por ella entendí el amor falso y el desamor, banalidad en pos de la cual pude morir irremediablemente!... Pues ahora vivo la vida que realmente lo es, y aunque nada poseo porque nada tengo, tengo mi integridad y mi descansado corazón de los lazos traicioneros, nada mejor y más intocable, la honestidad misma en flor de mi persona… ¡Adiós para siempre a la retórica controvertida para disfrazar lo sencillo al entendimiento como difícil para el alma, y al desperdicio de días vividos con la ignorancia de ser presa del engaño! Así que camino sin miedo y sin vergüenza, con sonrisa trasparente y mirada cristalina, sin temor a avergonzarme por lo que mi alma no ha hecho y me acusaron. ¿Quién como yo podría devolverse la tranquilidad? Los enemigos luchan por despreciar arrojando a la pobreza de sus miserias, desacreditando antes bien que humillarse a sí mismos. Esto al tiempo les reportará su dosis de infelicidad duradera. Yo tengo una espina en la carne que no me permite el ímpetu, y tengo otra espina en el corazón cuya fuente de lágrimas baldías se ha secado. Otros lloren sus propias equivocaciones, sus ocultas pretensiones de las que yo soy inocente; en cuanto a mí, mis íntimos errores ya no existen para atormentarme…”.
Mi profundo amor por la cultura helénica, me llevó a residir durante diez años en Grecia, pais que marcó definitivamente mi trayectoria.
Por un lado, defino mis pinturas como fruto de mi gusto por las cosas sencillas, por otro, me arrastra la necesidad de desentrañar lo que parecemos y lo que realmente somos y el mundo interno que nos mueve.
Tengo la obligada necesidad de abrirme camino una vez más en la difícil...
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